En uno de los viajes que hice hacia Bariloche por la Línea Sur, descubrí muchos lugares donde supe que tenía que volver para hacer otro tipo de fotos con diferente luz y condiciones de tiempo. Uno de los ideales para una excursión esteparia queda a pocos kilómetros de Mencué. Hacía meses quería regresar y tenía preparada la casilla rodante, aunque a veces los quehaceres diarios hacen que se me pase el tiempo sin darme cuenta. Pero aquél lunes el otoño nos había regalado un día espectacular y eso no me hizo olvidar. Luego de chequear el pronóstico lo llamé a Ken y quedamos en salir antes del atardecer para pasar la noche fotografiando las estrellas junto al paisaje iluminado por el reflejo de la luna, que estaba en cuarto menguante.
Llegamos de noche y, antes de las fotos, cenamos unas empanadas de carne acompañadas por un vino tinto. Luego comenzamos el ascenso por una formación espectacular de rocas, que al exponerse a la intemperie sufrieron un proceso de meteorización, que creó una especie de rompecabezas rocoso.
Había un silencio absoluto. Llegué hasta arriba con cierta dificultad porque la luna no había salido aún y tenía que iluminarme con la linterna. De a ratos escuchaba detrás mío un golpe seco y poderoso, cuando una de las rocas sueltas que había pisado para saltar hacia la siguiente, se acomodaba nuevamente en su lugar. Inmediatamente después asomó la luna en el horizonte, iluminando con una luz cálida todo el paisaje. Había comenzado una foto de larga exposición y estaba mirando hacia el lado de la luna cuando escucho una exclamación de Ken, que más abajo, había visto un meteorito grande surcar el cielo. Maldecí no haberlo visto pero compensé esa sensación cuando vi que mi cámara lo había captado!:
Según nos contó Denis Martínez, un astrónomo cipoleño, el color del meteorito es por un alto contenido de magnesio.
La luna me había distraído porque el paisaje desde donde se la veía era espectacular, y en la foto siguiente pude captarlo, incluídos unos reflejos provocados por el lente de la cámara que creo suman al encuadre:
Por supuesto no podía faltar la selfie con las rocas y la Vía Láctea de fondo. Y sí, hacía frío:
Estuvimos más de dos horas fotografiando y finalmente llegó el momento de dormir. La estufa adentro de la casilla rodante poco podía hacer para mejorar la temperatura interna. Es que estábamos a 1083 metros de altura en plena estepa y justo esa semana había llegado la primer ola de frío a la Patagonia. Mi fiel bolsa de dormir Rupal, que compré hace más de veinte años y sirve para -18ºC, hizo que pudiera dormir bien otra noche más. Ken había conseguido de su novia dos bolsas de dormir de alta montaña. Usó las dos.
Al día siguiente puse el despertador para la salida de sol, me vestí lo más rápido que pude y salí a fotografiar el amanecer. El termómetro de la camioneta anunciaba -8,5ºC. La helada era bien evidente:
Me sorprendió ver lo larga que se proyectaba mi sombra por la pendiente del camino y el ángulo del sol:
Caminé por el cañadón que nos separaba de las rocas y encontré este arbusto que se destacaba bello y helado sobre la oscuridad:
Luego de desayunar con tranquilidad, comenzamos el regreso a Roca. Trato de prestar atención a las intervenciones humanas en estos lugares aislados, y creo que encontré el cartel de estancia con más onda de todos los que ví hasta ahora, me da la sensación que su propietario ama este lugar:
Espero regresar pronto a la estepa rionegrina, a un lugar de lagunas entre las rocas, que también identifiqué al viajar al sur.
Muchas gracias por mirar.
Mariano
Maravilloso paisaje!! , gracias porque a traves de tì podemos conocer tantos lugares hermosos
Me alegro que te guste Mari!!