Transitábamos la estepa mientras los últimos rayos de sol iluminaban el suelo que pisábamos. El ocaso era inminente. Estábamos en una zona alta, desde donde se podían ver montañas altas de igual a igual. Los amarillos resaltaban casi indebidamente gracias a la luz cálida y la sequía:
En las lagunas de Epu Lauquen se encuentra el límite norte del bosque subantártico. Aquí los árboles característicos de este bosque luchan por mantener su dominio.
Sin embargo la huella por la que circulábamos sólo nos mostraba estepa con pequeñas plantas desde hacía un rato. Nos quedaban minutos, segundos de luz, cuando encontramos este antiguo ñire que ya había muerto quién sabe hacía cuánto. Por supuesto paramos a sacar fotos, ¿y a rendirle un homenaje?, sin dudas:
Lo rodeamos en silencio, mirando, caminando, fotografiando. Quedaban mínimos rastros de otros árboles cercanos. Éste ñire era el último en pie de un grupo que había llevado orgullosamente su estirpe a una zona donde ninguno más había llegado:
Nos quedaba un buen rato de regreso a Manzano Amargo, donde hacíamos noche, así que subimos a la camioneta y continuamos viaje.
Luego de vadear el río Nahueve en su cabecera y ya transitando la ruta 45, el cielo nuevamente se convirtió en paisaje para regalarnos estos maravillosos contrastes:
Muchas gracias por mirar.
Mariano
gracias a vos por mirar primero y tan bien
Agradezco tus palabras Maria… No me canso de pensar en esta frase de Borges: “No pasa un solo día en el que no estemos, al menos un instante, en el paraíso”. Me lo he tomado como una necesidad y ayudó a cambiarme la vida.